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Capítulo ochenta y tres.

Meera jadeó, su mano volando hacia su boca. No dudó ni un segundo que él decía cada palabra en serio.

Rápidamente se giró hacia la puerta, su corazón acelerado mientras luchaba con la cerradura. Tenía que irse. No había otra opción.

Si no lo hacía, él la arrastraría afuera, y ni siquiera podía com...