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Capítulo setenta y cuatro.

Su padre dudó, sus ojos llenándose de lágrimas mientras la miraba.

Su naturaleza protectora gritaba en contra de dejarla, pero había algo en su tono que le decía que necesitaba confiar en ella.

Ella apretó su mano suavemente, tratando de consolarlo, aunque su propio miedo era abrumador.

—Beta, no...