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Capítulo sesenta y ocho.

El rostro de Jiya estaba marcado por la preocupación mientras Meera relataba el inquietante incidente durante la cena.

—Esto es malo— murmuró Jiya.

Meera suspiró profundamente, sus hombros se hundieron en una mezcla de tristeza y miedo.

—Por favor, no me lo recuerdes. Mi cerebro aún no puede proc...