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Capítulo sesenta y tres.

Sus palabras calaron hondo, y la expresión de Veda se suavizó. Se movió para sentarse junto a él, su propio corazón dolía por el sufrimiento de su padre.

—Papá, no fallaste —le aseguró, colocando una mano suave sobre la suya—. Siempre has hecho todo lo posible por nosotros, y puedo manejarme con Va...