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Capítulo cuarenta y tres.

—Eres tan molesta—, gruñó Twinkle, su voz cargada de exasperación mientras rodaba los ojos con tal dramatismo que podría haber sido ensayado para una actuación en el escenario. Se deslizó en el asiento de cuero acolchado del elegante Audi plateado, cerrando la puerta con un golpe más fuerte de lo ne...