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Capítulo treinta y dos.

Los ojos de Arjun vagaban sin rumbo por el club tenuemente iluminado, apenas registrando el caleidoscopio de luces de colores que destellaban en la pista de baile abajo. Desde la sala VIP elevada, la multitud parecía una marea inquieta de cuerpos—balanceándose, frotándose, perdiéndose en la música.

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