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Capítulo doscientos cincuenta y seis.

El coche de Arjun atravesaba las calles oscuras, sus manos apretadas en el volante, su mandíbula tensa.

No disminuyó la velocidad, ni siquiera cuando entró en la exclusiva urbanización.

Los guardias en la entrada no lo detuvieron; sabían mejor. La puerta de hierro ya estaba abierta, como si espera...