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Capítulo veinticinco

—Finalmente, conseguimos el regalo— dijo Jiya, su voz llena de alivio mientras ella y Meera caminaban por la acera, sus pies llevándolas hacia la bulliciosa parada de autobús. El sol les golpeaba, arrojando un resplandor cálido sobre la escena.

Meera asintió en acuerdo, sus ojos escaneando la calle...