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Capítulo doscientos veintitrés.

Su garganta estaba seca, sus dedos temblaban mientras sostenía el teléfono. Cerró los ojos, trató de respirar, pero su corazón latía tan fuerte que resonaba en sus oídos.

No tengas miedo, Meera… no tengas miedo… se decía a sí misma, pero su cuerpo no estaba escuchando.

Se envolvió el dupatta fir...