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Capítulo doscientos cuatro.

Su cuerpo se congeló. El helado, de repente sin sabor, quedó olvidado en su mano.

Lentamente giró la cabeza, encontrando su mirada. Sus ojos estaban muy abiertos.

—¿Q-qué? —preguntó, su voz quebrándose.

—Varun —repitió él, tranquilo pero observándola de cerca—. ¿Lo conoces?

Meera tragó con dific...