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Capítulo ciento cuarenta y dos.

Los ojos de Meera recorrían cada rincón de la habitación mal iluminada donde estaba retenida.

Sus muñecas palpitaban, atadas fuertemente detrás de su espalda, y la cinta adhesiva negra sobre su boca hacía que respirar fuera un desafío.

Se sentía atrapada en la oscuridad asfixiante de la habitación...