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Capítulo ciento treinta y cuatro.

La habitación estaba hecha un desastre de vidrios rotos, alcohol derramado y la furia descontrolada de Veer.

El salón VIP de su club, usualmente un símbolo de poder y exclusividad, ahora reflejaba el caos dentro de él.

—¡Era yo! ¡Ella se suponía que sería mía! ¡Mía!— rugió Veer, lanzando una botel...