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Capítulo ciento treinta y tres.

La mirada de Meera se fijó en sus manos en el volante. Notó que sus nudillos se blanquearon al apretar el agarre. Sus ojos se movían repetidamente entre los espejos retrovisor y laterales, su mandíbula se tensaba sutilmente.

Aunque alarmada por su repentina tensión, Meera decidió permanecer en sile...