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No podía dormir.

No importaba cuántas veces me girara, cuán fuerte cerrara los ojos, o cuán profundo respirara en el silencio de la habitación, la inquietud se aferraba bajo mi piel. Mi corazón latía demasiado fuerte, un ritmo de desasosiego que no podía nombrar.

La luna lanzaba su mirada plateada...