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No sabía qué comer.

Todo en la estantería del refugio sabía a cartón, y mi estómago se retorcía al pensar en comida. El refrigerador zumbaba más fuerte que mis pensamientos. Me quedé allí lo que pareció una hora, con la mano en la puerta, mirando una taza de yogur a medio comer, pan rancio y alguna...