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CAPÍTULO 117

No mucho después, la calidez de la sala de juegos se desvaneció en un suave arrullo, la risa y la estrategia dando paso a un silencio cómodo. Saphira se estiró, su columna arqueándose con un leve crujido, sus extremidades pesadas por el peso del día. Sus dedos se flexionaron contra el reposabrazos, ...