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Atada

Sus manos recorrían mi cuerpo, pero evitaban deliberadamente mis zonas más sensibles. Pasaba cerca de mis pechos sin tocarlos. Acariciaba mis muslos pero no se acercaba a mi coñito. Era una tortura exquisita. Mi Daddy quería matarme de placer.

—Por favor, Daddy —le supliqué después de varios minuto...