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CapÃtulo 2 – Mi Vida
Abrà los ojos y vi la habitación estéril en la que estaba. Estaba en la clÃnica de la manada, pero ¿cómo llegué aquÃ? Traté de levantar la cabeza, pero se sentÃa tan pesada.
—Lucy, estás despierta— escuché decir al Dr. Baker.
Intenté sentarme, mi cabeza daba vueltas y me sentÃa mareada. Mi costado dolÃa, y estaba segura de que tenÃa costillas rotas. Los hombres lobo tienden a sanar bastante rápido, pero aún no he recibido a mi lobo, asà que la curación tomará un tiempo, aunque ciertamente no tanto como los humanos.
—Tranquila, tienes una conmoción cerebral y dos costillas rotas— confirmó el Dr. Baker. Me ha estado tratando toda mi vida. Estaba en sus cincuenta y tantos años, tenÃa el cabello marrón y gris recogido en una trenza y unos cálidos ojos marrones.
—Lucy, ¿recuerdas lo que pasó?— preguntó.
Cerré los ojos y recordé la golpiza, —Miranda y sus amigas— suspiré, mi voz ronca. Mi garganta se sentÃa seca y mis ojos encontraron la jarra que estaba junto a la cama. El Dr. Baker me sirvió un vaso de agua y me lo entregó.
—Has estado dormida desde ayer, necesitas descansar y comer algo, Lucy. Haré que Jane te traiga algo de comer.
¿He estado aquà desde ayer? ¿Quién me trajo aquÃ? Estaba a punto de preguntarle al Dr. Baker, cuando recordé mi castigo. Si el Alpha Ranger se entera de que me dieron comida, seguramente acabarÃa en el agujero esta vez. Oh Diosa, ¿qué pasa con mis tareas? Ursa se asegurarÃa de que me castigaran de nuevo.
Mi ansiedad burbujeaba por dentro. —Necesito salir de aqu× lloré mientras me tambaleaba hacia la puerta. TodavÃa llevaba la bata de la clÃnica cuando vi mi ropa raÃda sobre la silla junto a la puerta. Me movà al baño para cambiarme la ropa.
Miré mi cuerpo, estaba cubierto de moretones, cortesÃa de Miranda y sus secuaces. No podÃa mirarme en el espejo en este momento. Estoy segura de que me veÃa tan mal como me sentÃa. Solo necesitaba ponerme la ropa y volver a mis tareas lo más rápido posible. Me costaba meter las piernas en los pantalones y subirlos.
El Dr. Baker me instaba a acostarme y descansar, pero era inútil, sabÃa que tendrÃa montones de ropa sucia y miembros de la manada enojados. No necesitaba que me odiaran aún más. La vida ya era bastante difÃcil, solo estaba tratando de sobrevivir.
—Por favor, al menos come algo, Lucy— La simpatÃa era evidente en su rostro.
—Comeré en la casa de la manada— mentÃ. —Gracias por todo, Dr. Baker— llamé mientras salÃa corriendo por la puerta.
Cuando salÃ, el sol se estaba poniendo, estaba entrecerrando los ojos, mis ojos se sentÃan sensibles a la luz. He estado aquà desde ayer por la mañana, ¡mierda! El Alpha Ranger iba a estar furioso, era mi trabajo entregar toallas frescas, ropa de cama y lavanderÃa a todas las habitaciones de la casa de la manada. También limpiaba las habitaciones y hacÃa las camas. Mi ausencia se habrÃa notado.
Me acerqué a la casa de la manada por la parte trasera, habÃa una fiesta en la piscina en pleno apogeo. Nunca se me permitÃa asistir, asà que me habÃa olvidado de ella. Esta era la última fiesta en la piscina del año al entrar en el otoño.
Los cachorros corrÃan persiguiéndose con pistolas de agua, divirtiéndose a lo grande. Las familias se reunÃan, comÃan y disfrutaban de la compañÃa mutua. La música estaba a todo volumen, las bebidas fluÃan y las parrillas estaban en pleno funcionamiento. Las hamburguesas olÃan absolutamente deliciosas y mi estómago gruñó de nuevo recordándome que hacÃa dÃas que no comÃa nada. Me sentÃa tan débil.
Bajé la cabeza y traté de caminar hacia la puerta lo más rápido posible sin ser notada. HabÃa un juego salvaje de peleas de gallina en la piscina y esperaba que todos estuvieran lo suficientemente distraÃdos como para no verme. En momentos como este, desearÃa ser invisible.
Beta Max estaba en una de las parrillas más cercanas a la puerta y me vio. —Hola Lucy, ¿cómo te sientes?
Lo miré, congelada por un momento, ¿me habló? ¿Me preguntó cómo me sentÃa? Este era el hermano mayor de Miranda y parecÃa genuinamente preocupado cuando me lo preguntó. Debe ser una broma cruel, no hay manera de que alguien en esta manada se preocupe por cómo me siento. No estaba segura de qué decir, antes de que pudiera hablar, escuché a Miranda gritar. —Miren, la pequeña ladrona está de vuelta.
La música se cortó y todos se volvieron para mirarme. —¡Déjalo ya, Miranda!— Beta Max casi le gruñó. Ella estaba encaramada sobre los hombros de Ranger en la piscina, habÃan pausado su juego de peleas de gallina con varios otros. Ella llevaba un diminuto bikini rojo que no dejaba nada a la imaginación.
Empecé a caminar hacia la puerta cuando Ranger llamó —Lucy. Me giré para mirarlo y vi una expresión de disgusto en sus ojos mientras me observaba. —Necesitamos toallas limpias. Gruñó y volvió al juego.
—SÃ, Alpha. Me giré para ir a buscar las toallas. Antes de que pudiera dar otro paso, nuestro Gamma y Delta, Blake y Cole, me agarraron los brazos y me arrastraron hacia la piscina. —¡No! ¡No! Por favor, no. Grité, pero fue inútil. Me lanzaron justo al fondo profundo y no sabÃa nadar.
Luché por subir a la superficie para tomar aire y escuché a todos reÃr. Iba a morir, y ellos se reÃan. Estaba subiendo y bajando, ahogándome con agua clorada. Me dolÃan las costillas y simplemente no tenÃa energÃa. Me hundà bajo la superficie y no me quedaba mucho aire en los pulmones.
Sentà un par de brazos fuertes y familiares rodearme y sacarme a la superficie. Mientras me levantaba fuera de la piscina, noté que las risas habÃan cesado. Beta Max me llevaba hacia una silla de piscina. Me sentó y me entregó una toalla.
Miré hacia abajo y vi que mi camiseta mojada ahora era transparente y se pegaba a mi cuerpo. Me envolvà la toalla cerca del pecho y murmuré —Gracias. A Beta Max.
Me sentÃa mareada, fue Max quien me habÃa salvado en el bosque y me llevó a la clÃnica. ¿DeberÃa decirle algo, pero qué? Antes de que pudiera reunir el coraje para decir algo, vi a Ranger acercarse a nosotros. Me levanté rápidamente para irme.
Ranger se puso frente a mÃ, mirándome con esos hermosos ojos azules. PodÃa sentir el calor y el poder irradiando de su cuerpo. Su cabello negro azabache goteaba agua por su increÃble pecho y sentà que mi corazón comenzaba a acelerarse. El lado izquierdo de su pecho y su brazo izquierdo estaban tatuados con diseños tribales. Sus abdominales bien definidos estaban a la vista delante de mÃ. Me sonrojé y sentà calor por todo el cuerpo solo al mirarlo. ¿Por qué me afecta tanto? ¿Será una cosa de Alpha?
Cerró los ojos e inhaló profundamente. Después de un momento los abrió con una sonrisa en el rostro, me miró hacia abajo y rápidamente me quitó la toalla. Sus ojos se posaron en mis pechos mientras se oscurecÃan con lujuria. Sentà que mi respiración se detenÃa en mi garganta. Mis pezones se endurecieron. Mis pechos eran una modesta copa C y tenÃa curvas en los lugares correctos, pero nunca me sentà atractiva porque soy demasiado delgada.
Comenzó a secarse con mi toalla. —Voy a buscar más toallas limpias. Dije en voz baja mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho. Estoy bastante segura de que escuché una risa baja mientras me alejaba. Debà haberme visto como una tonta.
Cuando llegué a la puerta trasera, vi a Beth, la secuaz de Miranda que ayudó a golpearme, parada en una de las parrillas volteando hamburguesas. Estaba en entrenamiento para ser guerrera y ha sido cruel desde que era una cachorra. TenÃa el cabello rojo hasta los hombros y era muy musculosa. Me miró a los ojos y me dio una sonrisa maliciosa que prometÃa dolor en el futuro cercano. La odiaba y sentà que mi ira se encendÃa. Miré las brasas ardientes en la parrilla, de repente chispas y llamas saltaron quemándole el brazo.
Beth gritó de dolor y corrió inmediatamente hacia la piscina para enfriar su brazo. Ya tenÃa su lobo, asà que su brazo estarÃa curado mañana. SonreÃ, se sentÃa bien verla sufrir, aunque fuera por un corto tiempo.
Me dirigà a través de la cocina y por el pasillo hacia la puerta del sótano. Bajé las escaleras con cuidado, con la cabeza aún palpitando. La mitad delantera del sótano se usaba para almacenamiento y estantes llenos de suministros de limpieza. La mitad trasera era una lavanderÃa.
Fui a la lavanderÃa y agarré una cesta de toallas limpias. —Mira lo que trajo el gato. Ursa se burló detrás de mÃ.
—Hola, madrastra. RespondÃ.
Sentà un golpe en la cara cuando me abofeteó fuerte, reabriendo mi labio partido. —No me llames asÃ, tu padre está muerto y ya no soy su esposa. Me escupió con veneno en la voz.
—He tenido que arreglar para que algunos omegas vengan a limpiar las habitaciones durante los últimos dos dÃas desde que desapareciste, niña ingrata.
—Lo siento, Ursa. Miré hacia el suelo, —Alpha quiere que lleve toallas limpias afuera, por favor discúlpame.
—Yo las llevaré. Tú te quedarás aquà y no saldrás hasta que la lavanderÃa esté al dÃa y completa. Me arrancó la cesta de toallas y se fue. Momentos después, escuché la puerta del sótano cerrarse de golpe y el cerrojo girar desde el otro lado. Me encerró en el sótano.
Soy una esclava del grupo, esto es lo que mi vida se ha convertido y ahora estoy atrapada aquà por quién sabe cuánto tiempo.