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03

No cabía en mis emociones, mis manos temblaban como gelatina aunque intentaba ocultarlo por todos los medios, no sabía si aquello era por los nervios o por la inmensa emoción que sentía.

Al fin el momento había llegado… ell día de sellar mo destino con Eryan para ser oficialmente Alfa y Luna legítimos. Aunque mi corazón latía con fuerza, debo confesar que la sonrisa dulce de mi madre me daba tranquilidad.

—¡Wow! Luces hermosa, mi Aylin —dijo mi madre, Megara, mientras trenzaba con mucha paciencia y dedicación mi largo, rubio plateado cabello.

—Madre… no exageres, soy ya una loba adulta —reclamé entre risas y un tanto avergonzada porque mi madre estaba tanto o más emocional que yo.

—Megara, creo que estás poniendo más nerviosa a nuestra hija —espetó con cariño mi padre, que permanecía sentado cerca de nosotras.

—¡Por favor! Quiero que todos sepan lo orgullosa que estoy —replicó mi madre con su obvia altanería y sus orbes tan brillosos que dejaban denotar todas sus emociones a flor de piel—. Que sepas que eres nuestra más grande alegría, hija. Yo sé que la Luna que te eligió va a ser tu guía para siempre.

Esas palabras me llegaron al corazón, tanto que no pude evitar sonreír como una chiquilla, de verdad sentía que era la mujer más afortunada al tenerlos a mi lado.

En cuanto salí de la habitación junto a mis padres, aferrada al brazo de mi madre, los sirvientes y todas las personas por los alrededores parecían como hipnotizados al no más verme.

Pude ver de reojo como murmuraban algunas sirvientas pero no me importó yo solo podía pensar en él… mi amado Eryan. A un paso estábamos de unir nuestros vínculos ante la sociedad para siempre y eso me llenaba de dicha, pero a la vez el suceso de la noche anterior me inquietaba un poco, quizá más de lo que pudiera demostrar.

En el pasillo y antes de dar un paso a la sala principal, donde se llevaría a cabo la ceremonia y me sobresalté al toparme con el mismísmo Eryan…

Allí estaba él, vestido con sus ropas de gala blancas y doradas, su porte tan varonil y esos ojos verdes que se detuvieron en mi anatomía y lo supe de inmediato… él también estaba ansioso por mi cercanía.

Nos miramos y las palabras no fueron necesarias, el tiempo pareció detenerse y como siempre, solo existíamos los dos. Estaba a punto de acercarme para decirle lo mucho que lo amaba, pero una ágil presencia se interpuso entre nosotros.

—¡Aylin! —gritó Sarina, mientras me estrujaba entre sus brazos, como si no hubiera un mañana— ¡Ven aquí, pillina! Tengo que hablar algo contigo de algo importante y me enviaron a buscarte.

Eryan solo se abstuvo a rodar sus ojos con ironía pero con una sonrisa en sus carnosos labios y así, con un pequeño movimiento de su cabeza me indicó que fuera con ella.

Las dos nos dirigimos a una esquina, allí donde no pasaba ni un alma perdida. Comenzó a abrazarme y me besó en cada mejilla para proceder a hablar.

—¡No puedo creer lo hermosa que estás! Eryan es tan afortunado, los dos son la pareja perfecta y te lo digo de corazón, amiga.

—Te agradezco, amiga Sarina —dije sonriente y con toda la sinceridad del mundo—. Tú has sido mi mayor apoyo, aun cuando mi marca de Luna no surgía y nadie creía en mí, estuviste ahí… no sabes cuánto esto significa para mí, que compartas nuestra alegría. Para Eryan es igual de importante y nunca tendremos como agradecerte lo suficiente.

—Lo sé —dijo con ternura y tan bromista como siempre lo era.

—Y… por cierto, ¿Cuál era ese llamado del que tanto me hablaste?

—¡Ah! Qué olvidadiza y torpe que soy… uno de los lacayos me dijo que la tía Renata te envía esto —de inmediato Sarina extendió su mano y mostró una piedra de obsidiana, tan reluciente a la tenue luz de la ventana de al lado—. Parece que es una roca de bendición o algo así y me dicen que ella quiere verte en su habitación para entregarte algo más, dice que es parte del ritual o algo así.

—¿Qué? Pero esto no estaba en el programa…

—Pues… dice que es una bendición confidencial… algo que solo las lunas reciben, pero como yo no soy una no sabría decirte ¡Anda a averiguarlo! —Sarina se encogió de hombros, compartiendo mi extrañeza ante la petición de mi futura suegra.

Yo enarqueé una ceja, sorprendida, pero asentí ante sus palabras. Sarina siempre había sido cercana a su tía Renata y si un sirviente le mandó el recado eso debía ser cierto.

—Gracias, Sari…

La joven de cabellos oscuros como los de Eryan negó con la cabeza y sonrió.

—Ve y no hagas esperar más a la tía.

Tomé la pieda de obsidiana y con rapidez me dirigía al cuarto de Renata. Como si fuera una niña educada toqué la puerta y ella misma me abrió.

—Mi querida Aylin, pasa —dijo con su voz dulce mientras me tomaba del hombro con suavidad para hacerme pasar a su aposento—. Antes de la ceremonia debo entregarte algo que ha pasado de Luna en Luna… es una reliquia sagrada de bendición.

Yo sonreí ante la gargantilla dorada que Renata tenía entre sus manos, pero antes de que pudiera elucubrar alguna frase diplomática, pasó algo tan repentino como rápido…

La piedra de obsidiana que tenía aferrada a mi mano, vibró y una correntada de energía que no provenía de mí vibró por todo mi brazo y entonces, ante mis ojos.

La obsidiana brilló con una ráfaga destelleante violeta que pronto se materializó para convertirse en una especie de espada afilada, larga y negra como la noche, llena de energía oscura como la penumbra de la noche anterior.

Todo pasó tan rápido como para poderlo asimilar y solo pude escuchar un grito ahogado que no supe discernir si se había escapado de mis labios o de los de Renata.

El tiempo se detuvo para mí y al fin pude ver como mi futura suegra estaba atravesada por aquella espada justo del lado del corazón y la sangre brotaba como un caudal escandaloso por toda la longitud del arma y derramándose por toda la alfombra de la habitación.

Aquella cosa desconocida había atravesado a la Luna Renata…

—¡No! —lancé un grito desgarrador que casi me deja sin cuerdas vocales mientras dejaba caer aquella piedra maldita— ¡Ayuda, por favor!

No pasaron muchos segundos cuando el estridente y grave sonido de un cuerno llenó cada resquicio de la casa del Alfa. Los guardias entraron en fila justo donde había pasado los hechos y Eryan apareció al final, tan alarmado como yo me sentía.

Pude ver como el rostro de mi amado palidecía con la escena y se arrodilló para ver la escena del crimen. Su madre… tendida en el suelo y luego volteó para verme a mí.

—¿Qué fue lo que hiciste, Aylin? —cuestionó severo y entre dientes.

En ese instante no reconocí su voz… fue un susurro tan roto que me desgarró el alma en pedazos. Todo apuntaba a que yo había matado a la Luna regente… la madre de Eryan.

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