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01

POV Aylin

Mis manos yacían juntas y temblaban con sutileza… más por miedo que por el frío invernal que nos calaba hasta los huesos. Esa noche no era una más ¡Era la noche!

Mis padres y prácticamente toda la familia real me observaba silenciosa, expectante, como si esperaran grandezas de mí.

Desde aquella visión que me invadió durante mi más tierna infancia -un sueño que más bien todos consideraron como “premonitorio”, que describía mi unión con el futuro Alfa, Eryan-, fui tratada con pinzas ocasionadas por el prejuicio de algunas personas y como la elegida por mis allegados. Yo para ellos era desde ya la Luna destinada para él.

Yo… ¿la luna del joven más poderoso y codiciado de toda la manada? ¡Pero qué más grande ironía la que me invadía!

Conocía a Eryan desde niño, estudiamos en el mismo prestigioso colegio y no nos llevábamos nada bien a decir verdad, es más, podría decir que nos detestábamos, pero las cosas fueron cambiando con el paso del tiempo.

Con los años, ese odio se fue transformando en algo más sin siquiera darnos cuenta. Ese Eryan con el que alguna vez tuve múltiples riñas pueriles, ese jovencito al que empujé al piso con rabia por sus constantes bromas que me sacaban de quicio; se había convertido en el hombre de ojos verdes que me derretía con su sola mirada.

Su olor, su resonante voz al pronunciar mi nombre… sin dejar de lado su porte desafiante, dominante; todo de él comenzó a arrastrarme sin piedad desde aquella vez que, jugando a provocarnos, nos besamos por primera vez… nuestros lobos internos aullaron al unísono y supimos que eramos el uno para el otro.

Yo lo supe… la conexión fue instantánea y real, tanto que, a tan solo un mes de conocernos, nuestra primera transformación ocurrió juntos. Fue dolorosa he de admitirlo, pero juntos logramos sobrellevarlo y nos sentimos más libres que nunca.

Vivimos desde entonces un sinnúmero de momentos tan importantes, culminamos nuestros estudios de high school y pronto iríamos a la universidad, pero sobre todo, algo que marcó nuestras vidas había sido el reciente fallecimiento de Kar, padre de Eryan, antiguo Alfa de la manada, hacía solo un año atrás.

Cuando nuestras familias acordaron el noviazgo ya no existieron peros y nuestros padres se miraron extrañados, pero también lo supieron, eramos Mates, incluso ambos nos juramos amor con un tatuaje en forma de luna, era muy nuestro, algo que sellaría nuestra promesa de amor.

Sacudí la cabeza para regresar al presente y me sonrojé por haberme dejado llevar por esos dulces recuerdos. Eryan me estaba observando desde su asiento de honor con aquella mirada intensa y peligrosa a la vez. Juro que yo lo miraba de la misma manera, o quizá más.

Podía sentir la envidia de muchas chicas del consejo y de la servidumbre, que no apartaban los ojos de él, pero yo lo entendía a la perfección, es más, me importaba poco a esas alturas. Tenía a mis padres, tenía a Eryan y tenía a Sarina -mi mejor amiga y prima de él-, quien no podía ocultar su felicidad, estaba en primera plana apoyando nuestra unión.

Al fin el ritual privado dio inicio. Nuestros padres dibujaron el círculo sagrado en el centro del salón y yo me coloqué en el centro de este. Comencé a dar unas recitaciones mientras la música de las liras acompañaban el momento. Al fin la luz de la luna llegó a su punto más alto y me bañó con sus destellos que hicieron brillar mi vestido blanco.

Entonces sucedió…

Mi marca apareció, la pude sentir surgiendo en mi hombro izquierdo. Se hizo un silencio total y en medio de tanta quietud, pude escuchar un suspiro, era Eryan exhalando aliviado.

Yo era su Luna, ya no quedaba una duda más.

—Lo sabía, mi amor —me dijo en cuanto se acercó y me tomó de la cintura con esa autoridad y propiedad que solo él podría yo permitir.

No hubo más palabras, me besó frente a todos con un hambre e intensidad que me robaron el aliento. Las personas ovacionaron y entre cánticos y bendiciones, nuestros padres al fin sellaron con broche de oro abrazándonos para darnos su bendición.

—¡Por la mañana se dará la ceremonia de compromiso oficial! —anunció Eryan a todos.

Esa noche, degustando la gran cena carnívora y bebiendo los mejores vinos, todos celebraron con alegría, pero nosotros… no lo resistimos más y nos escabullimos por los corredores de la servidumbre, como solíamos hacerlo.

Nadie nos vio salir, a pesar de que eramos el centro de la celebración. Ni Sarina, ni Kael, el mejor amigo de Eryan.

Así pues, nos dirigimos al lugar que se caracterizaba por ser nuestro refugio. Allí me sorprendió porque pude divisar una construcción de madera, era una cabaña justo en ese lugar que era el testigo de tantos momentos pasionales entre nosotros, aunque sin llegar a consumar el acto en sí.

—¿Te gusta? —se atrevió él a preguntar cuando yo me quedé sin habla y con las manos en mi rostro.

—¿Gustarme, amor? Es perfecto, Eryan…

No se dijo más y entramos para recorrer todo el lugar, era tan acogedor y tenía relieves tallados a mano con las figuras lunares y licántropas en las paredes. Todo tenía nuestra esencia y eso lo hacía más especial.

Cuando llegamos al dormitorio, algo cambió por completo… mi loba se removió en mi interior y un calor recorrió todo mi cuerpo, estaba en celo y él sintió mi olor al instante.

—Te deseo hoy más que nunca —susurró a mi oído y yo me estremecí.

Esa noche, sin pensarlo nos dejamos llevar por nuestras más bajas pasiones. Él me tomó por la cintura con firmeza. Y esa noche, entre besos y caricias, me entregué por completo a él, sin miedos y fue tan placentero.

Sus manos eran fuego puro, su voz ronca me hacía saber cuanto me deseaba, todo de él fue mi perdición. No necesitamos de estar casados, estábamos destinados y fue la mejor manera para expresarlo, aunque sabíamos que nos habíamos precipitado un poco, pero no nos importó.

La madrugada nos encontró enredados entre las sábanas y sabía que nada ni nadie podía separarnos… o eso creía.

Un crujido en la puerta irrumpió en nuestra paz… ambos, con el cabello revuelto, nos sentamos de un sobresalto.

—¿E-escuchaste, eso? —inquirí aferrándome al fuerte brazo de Eryan, que había fruncido el ceño para levantarse muy decidido en estado de alerta.

Alguien seguramente nos había seguido y dio con nuestro refugio secreto. La opresión en mi pecho se hizo presente.

¿Quién… se había atrevido a seguirnos? ¿Y qué quería de nosotros?

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