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La cabaña

Elisabeth Niedermann.

Me bajó los pantalones y la ropa interior hasta el muslo, y el aire frío de la noche me erizó la piel. Sam Brennan hundió sus dientes en una de mis nalgas, mordiendo con fuerza, un dolor ardiente que se mezclaba con un escalofrío de deseo.

—Son tus enemigos, no los míos. ...