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Firbre

Sam Brennam.

Habían pasado unos días desde que me acosté con Elisabeth en su clínica de la muerte.

Estaba enfermo como un perro y no mostraba ningún signo de mejora.

Me subió la fiebre, vomité todo lo que me metí en el cuerpo y apenas pude arrastrarme de la cama a la puerta para tomar la e...