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El umbral

Elisabeth Niedermann.

Ha pasado un tiempo y más desde que cerré la clínica.

Cinco minutos después, me encontraba limpiando el equipo médico y cerrando los armarios.

Oí que llamaban a la puerta de la clínica.

—¿Quién diablos…?

Por razones obvias, no permitimos la entrada sin cita previa.

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