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Quebranto 52

Aun así, no me moví. Su mano en mí se sentía bien. Correcto. Eso no está del todo bien.

—¿Es por esto que odias a las mujeres? —susurró—. ¿Porque Erika te hizo mucho daño?

—No las odio. Simplemente no quiero tener mucho que ver con ellas —gemí.

—Bueno, yo quiero tener algo que ver contigo...