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24: La llegada del heredero imperial.

Athena permaneció inmóvil, soportando el hedor que emanaba de su cuerpo desnudo. Él la sostenía como si fuera a desvanecerse en cualquier momento, y eso no ayudaba en absoluto. Su cuerpo estaba en llamas, ardiendo por un fuego invisible que se había encendido en ella.

Su respiración se quedó atrapa...