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Capítulo 100

La luz de la mañana era suave, y la brisa exterior traía un aroma fresco, moviendo delicadamente las cortinas. Isabella se acurrucaba en silencio en mis brazos, sus dedos trazando patrones inconscientes en mi pecho.

Después de un largo silencio, finalmente habló en voz baja.

—Gabriel, ¿recuerdas c...