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Capítulo ciento veintisiete

Jayce me libera de las ataduras en mis manos y pies. Tropiezo hacia adelante, casi perdiendo el equilibrio, pero él me agarra rápidamente para evitar que eso suceda.

—Tranquila, dulce— se ríe.

Hemos tenido sesiones más intensas, pero esa fue diferente. No tengo control sobre mi cuerpo. Me besa sua...