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Capítulo 55

No habíamos salido ni del estacionamiento, pero las ventanas estaban polarizadas, y eso tendría que bastar. Su mano se deslizó hacia mi muslo, sus dedos apretando lo suficiente para hacerme estremecer.

—Quítate los jeans —dijo, con voz baja y ronca.

Parpadeé, con el pulso acelerado, y luego me mov...