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Capítulo 147

El estacionamiento subterráneo estaba oscuro y silencioso, salvo por el zumbido de las luces del techo y el leve eco de mi propia frustración rebotando en las paredes de concreto. Estaba sentado en el coche, con las manos apretando el volante, el corazón latiendo como si acabara de correr un maratón...