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Adiós amigo

Me rendí débilmente mientras dejaba que los guardias me arrastraran fuera de la habitación. Todas mis súplicas de inocencia cayeron en oídos sordos cuando el rey ordenó que me arrojaran al calabozo.

—No al calabozo, por favor, soy inocente— lloré, pero como era de esperar, estaba hablando con el de...