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Unidos por el deseo

La respiración de ella era suave, casi silenciosa, pero yo la escuchaba. La sentía.

Aria estaba en el centro de nuestro dormitorio en el ático, con los ojos vendados, sus pequeñas manos aferrando el borde de su vestido. La luz suave bañaba su piel con un tono dorado, haciéndola parecer algo sacado ...