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Al fin pude hacer a un lado mi cuenco y deslicé una mano bajo los ruedos de su vestido para apoyarla en su tobillo. Descubrí que calzaba un par de botitas de vellón, como las que me gustaba usar en mis habitaciones. Se las quité sin prisa y froté sus pies para que no se enfriaran. Luego dejé que mis...