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Le di la espalda para ir a detenerme ante la ventana, las manos en las caderas.

—La pequeña que tú y Mora cuidan en el Atalaya, ¿no? —inquirió con suavidad—. ¿Y qué quieres hacer al respecto?

—¿Hacer? —repetí enfadado—. ¡No hay nada que pueda hacer!

—Ya. Planeas tener a nuestra futura reina prisi...