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—¡Lo siento, mi señor! ¡No hice nada de eso a propósito! ¡Perdóname, por favor!

—¿Cómo puedes haberlo visto? —insistí, incrédulo—. Sólo los lobos ven la marca del Alfa, y sólo a la luz de la luna.

—La… la luna, mi señor… —resolló—. No vi el tatuaje hasta que la luna asomó sobre el barranco.

¿Cómo...