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Brenan llegó al fin, mojado y aterido, con un tosco bolsón de lana lleno a rebosar que le diera la sanadora.

—Ahí tienes vendas y un ungüento para lo que se haya roto —dijo—. Iré a armarle un refugio al caballo. Oh, y su nombre es Risa.

Lo vi volver a salir a la tormenta recordando a la muchachita...