Read with BonusRead with Bonus

04.- Entre Miradas y Sombras.

Lúa bajó el pompón y lo sujetó con fuerza. Se había detenido, con los ojos fijos en el campo, los labios apretados entre sus dientes.

Tenía ese gesto involuntario que salía cuando estaba demasiado concentrada, nerviosa o emocionada.

Se mordía el labio.

Colocó las manos en la cintura, los dedos inquietos apretando los costados de su uniforme, mientras su respiración se hacía más agitada.

Una jugada. Solo una jugada más.

—¡Vamos, vamos! —susurró con una mezcla de ansiedad y esperanza.

El mariscal de campo de los Toros gritó la señal y el balón salió disparado. La jugada se desarrolló rápido: fintas, empujones, gritos, cascos chocando… y entonces Ulises rompió por la izquierda, esquivando a dos defensas.

—¡Corre! —gritó una de las porristas.

—¡Vamos, Ulises! —chilló otra.

Lúa no dijo nada, pero sus ojos lo seguían con intensidad. Cuando un rival estuvo a punto de taclearlo por el costado, dio un pequeño salto en su lugar, presa del nerviosismo.

El chico avanzó. Veinte, diez... cinco metros…

¡TOUCHDOWN!

El estadio estalló.

Gritos, luces, aplausos. Las porristas brincaron, los tambores redoblaron y los jugadores corrieron hacia Ulises para levantarlo en hombros. Lúa soltó los pompones y corrió al centro del campo, abrazando a sus compañeras mientras reían, saltaban y algunas lloraban de emoción.

—¡Lo hicimos, lo hicimos! —gritaban entre risas, en medio del júbilo.

Ulises, ya en tierra, se abrió paso entre los jugadores. Estaba sudando, eufórico, con los ojos puestos en una sola persona.

—¡Lúa! —gritó.

Ella lo vio venir, aún con la emoción desbordada. Abrió los brazos por reflejo, sin pensar, y Ulises la levantó en un abrazo breve pero apretado, girándola una vez antes de dejarla en el suelo.

—¡Ese grito fue para ti! —le dijo.

Lúa se rió, agitada aún por la adrenalina del momento, cuando una voz familiar interrumpió la escena.

—¡¿Y a mí no me vas a felicitar, hermana?!

Farrell, tan pelirrojo como ella, con la camiseta aún sucia y el casco en la mano, apareció entre el grupo, arrastrando a medio equipo tras él. Sonreía de oreja a oreja.

—¡Farrell! —exclamó Lúa, zafándose con naturalidad del abrazo de Ulises para lanzarse a los brazos de su hermano.

—Estuviste increíble —le dijo ella, abrazándolo con fuerza.

—No tanto como tú gritando ahí como una fiera —bromeó él—. Creo que los Potros se asustaron más contigo que conmigo.

Ambos rieron, ignorando momentáneamente a Ulises, que permanecía detrás, con las manos en la cintura y el rostro aún sonriente… aunque sus ojos ya no brillaban igual.

Y, desde las gradas, Lucius observó cada segundo.

No celebró.

No sonrió.

Pero dentro de él, algo rugió muy bajo.

El campo ya comenzaba a vaciarse. Las luces del estadio seguían encendidas, pero la intensidad del momento había comenzado a apagarse con el paso de la euforia.

Lúa se alejaba del grupo de porristas cuando lo vio: Lucius, de pie junto a una de las bardas, observándola con esa expresión serena e impenetrable que parecía esconderlo todo… y decirlo todo.

No sabía por qué se acercaba a él, solo que sus pies se movieron antes de que lo pensara demasiado.

—Profesor Hart —dijo con una sonrisa suave, sin la energía efusiva de hace unos minutos, pero con una calidez que aún ardía en sus mejillas.

—Lúa —respondió él, con una leve inclinación de cabeza—. Buen partido… animaste como si tu vida dependiera de ello.

—Tal vez sí —dijo ella en tono juguetón, encogiéndose de hombros—. Me gusta hacerlo, me hace sentir viva.

Hubo un breve silencio. No incómodo, sino lleno de una tensión sutil, como si el aire entre ambos se hubiese vuelto un poco más denso, más difícil de ignorar.

Lucius desvió la mirada un instante hacia el campo vacío y luego volvió a clavar los ojos en los de ella.

—Es fácil notarlo —murmuró—. Brillas cuando estás ahí. Y no solo por los reflectores.

Lúa bajó la mirada un segundo, sintiendo cómo se le apretaba el estómago. ¿Por qué esa voz grave y tranquila la desarmaba tanto?

Antes de que pudiera responder, una voz potente rompió el momento:

—¡Lúa, apúrate! ¡Vamos a la pizza de doña Chola! —gritó Farrell desde el otro lado del estacionamiento, medio cuerpo ya dentro de la camioneta.

Ella alzó la mano en señal de "ya voy", y luego volvió su atención a Lucius.

—Fue un buen juego —dijo con una sonrisa más medida—. Pero… solo tenga cuidado.

Lucius ladeó un poco la cabeza, intrigado.

—¿Cuidado?

—A veces hay gente que se acerca… y no siempre es por las razones correctas —añadió en voz baja, su mirada y tono insinuando algo más, quizás sobre Chandra, quizás sobre ella misma. Luego dio un paso atrás—. Adiós… lo veré en la escuela.

Y sin esperar respuesta, giró sobre sus talones, dejando tras de sí un leve aroma a lavanda y adrenalina.

Lucius no se movió. Solo la vio alejarse.

Y por primera vez en mucho tiempo, deseó con todo su ser que el lunes llegara pronto.

Previous ChapterNext Chapter