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32.- El Lobo de los Sueños.

La tarde se deslizaba tranquila, como si el tiempo, por una vez, les concediera tregua. Lúa permanecía sentada en el sillón, envuelta en una manta que Lucius había traído del cuarto. Él regresó con dos tazas de chocolate caliente, se las ofreció en silencio y se sentó junto a ella.

—¿Siempre haces ...