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Capítulo 7

Holly abría y cerraba la boca sin pronunciar palabra, sus ojos se inundaron de lágrimas, cayendo en cuenta de todo lo que implicaba esa revelación, al fin preguntó:

–¿Cómo llegué allí contigo? ¿Tú me llevaste? ¿Yo acepté?

–No sé cómo llegaste, ya te encontrabas allí, creo que alguien más me abrió la puerta y te vi, tú lo querías tanto como yo, estabas muy dispuesta y lo disfrutamos mucho. Yo debía salir temprano a la mañana siguiente, así que te dejé allí porque pensé que era tu habitación. Cuando regresé en la tarde toqué a esa puerta y ya había otro huésped; imagina cómo me sentí cuando después te presentaron como la hermana de mi prometida.

–¿Tú me reconociste?

–De inmediato.

–¿Por qué no me dijiste nada?

–No tuve oportunidad, además, parecía que tú no tenías idea de quién era yo.

–No sabía con quién había estado allí, hasta ahora, nunca he podido recordar nada de esa noche.

–¿Me estás hablando en serio?

–Totalmente, ni a la mañana siguiente sabía qué hacía allí, pero las huellas en mi piel y las sensaciones, me indicaron lo que había hecho. Mi hermana me encontró en ese hotel y se ofreció a ayudarme, así que nunca se lo mencionó a mis padres.

–Esos niños…

–Son míos –interrumpió alterándose.

–Sí también son míos, debo saberlo.

–No vuelvas a buscarme.

–Quiero saber… Tengo derecho a saber.

Por toda respuesta lo miró en silencio, antes de girar y entrar por la misma puerta que había salido con los niños.

Adentro se colocó las manos en el pecho y resbaló hasta quedar sentada en el piso, sollozando y con las manos cubriendo su rostro, así la encontró Hugo.

–Cariño… ¿Qué pasó? ¿Y los niños?

–Están bien…, ya se fueron al colegio, pero…, no me vas a creer.

–Sí te creo, dime por favor, ¿qué tienes?

–El esposo de mi hermana estaba allá afuera.

–¿Qué te dijo? Porque voy y le rompo la cara, aunque me duela arruinar su belleza y dañe mi manicura.

–Me dijo que fue él quien estuvo conmigo en el hotel.

Hugo cayó sentado a su lado, no encontraba qué hacer o qué decir, anonadado con la frase de su amiga y tratando de asimilar el significado de todo.

–¿Ese bombón es el papá de los trillizos? Con razón son tan lindos, pero espérate… él es tu cuñado, ¿te acostaste con tu cuñado?

–Yo no sabía con quién había estado, según yo, lo conocí cuando la fiesta de compromiso, es más, allí se conocieron ellos también.

–O sea que él no sabía quién eras tú, ¿te explicó cómo llegaron a esa habitación?

–Dice que cuando llegó a la habitación ya yo estaba allí y que estaba muy dispuesta, agregó que lo disfrutamos mucho.

–Quién no con ese bombón.

–Hugo, estoy mal.

–Sí, sí, perdón amiga, me desvié. Entonces… ¿Qué más te dijo? ¿Qué van a hacer?

–Le dije que esos niños son míos, me replicó que si son de él tiene derecho a saber.

–Eso es verdad.

–Hugo… ayúdame, no me hundas más.

–¿En qué quedaron?

–En nada, entré aquí sin responderle, solo alcancé a decirle que no me busque más, lo dejé parado allá afuera.

–Deja me asomo a ver si se fue.

–No Hugo, si te ve es capaz de querer hablar contigo también.


Stephen debía continuar su recorrido por Europa, los negocios por atender lo reclamaban, sin embargo, se las ingeniaba para regresar cada momento libre a España, visitaba el restaurante y le hacía saber a Holly que no desistiría.

–Holly, ahí está el bombón ese otra vez.

–¿Sigue preguntando por mí?

–No desde hace cinco minutos. Deberías salir de eso de una buena vez, han pasado semanas y él sigue viniendo religiosamente, además, me lo dijo claramente: “Seguiré viniendo hasta que logre hablar con Holly”.

–Está bien, zanjaré ese asunto de una buena vez.

–Esa es mi amiga-socia-alma gemela.

–Cuida que los niños se mantengan arriba.

–Vale, yo me encargo.

Holly salió al restaurante, se aproximó a la mesa que ocupaba Stephen, tomó asiento y apoyando los codos en la mesa, entrelazó las manos frente a ella antes de decirle:

–Aquí estoy, habla de una buena vez, a ver si así dejas de estar importunándome con tu presencia.

–Quiero conocer a mis hijos.

–Yo no he dicho que son tuyos.

–Holly, tengo los medios necesarios para obligarte a efectuar una prueba de ADN, pero quiero hacer las cosas con paz y tranquilidad, sin intervención de abogados o tribunales.

–¿Qué vas a ganar con eso?

–Muchísimo, me sería imposible vivir con la sospecha de que tengo tres hijos con los cuales no he podido cruzar palabra. Puedo entender tu resistencia, pero lo que nos ocurrió fue algo extraordinario, estuvimos juntos, pasamos una noche intensa…

–Cállate por favor.

–No, eso fue lo que pasó entre nosotros, yo lo recuerdo así, tal vez estaba más consciente que tú, no lo sé, pero puedo asegurarte que recuerdo cada gesto tuyo, cada temblor de tu cuerpo y el estremecimiento de tu piel.

–Te dije que te callaras –exclamó poniéndose de pie.

–Holly, lo que quiero dejar en claro es que no fue cualquier noche para mí y si tuvo como consecuencia que concebimos tres niños, quiero y necesito saberlo, así como formar parte de sus vidas, aceptaré tus condiciones, pero no me niegues eso…, por favor.

Ella lo observó unos segundos, luego giró sobre sus talones y volvió a dejarlo solo. “Se le está haciendo costumbre dejarme con la palabra en la boca” –pensó él viéndola alejarse.

No obstante, algo lo dejó sentado allí un rato más y fue lo mejor, ya que la vio aparecer de nuevo, esta vez acompañada de tres criaturas que le parecieron maravillosas.

Aguantó la respiración y estaba seguro de que su corazón se había olvidado de latir, hasta que los tuvo enfrente y Holly los presentó:

–Niños, él es el señor Stephen… –dijo y se detuvo al no saber su apellido.

–Stephen Harmon –completó él–, mucho gusto.

–Hola, soy Carlota.

–Yo soy Federico.

–Y yo Esteban, hace poco te vi afuera de nuestro edificio, justo antes de tomar el bus para el cole.

–Ah sí, hace algunas semanas vine a hablar con su madre. Siéntense, ¿quieren algo?

–Sí, ya es hora de cenar, ¿verdad mami? –dijo Carlota con su soltura característica.

–Perfecto, los invito a comer conmigo, ¿aceptan?

–¿Mami? –preguntó Federico dirigiendo su mirada hacia Holly.

–Está bien –aceptó exhalando el aire que estaba reteniendo mientras sus hijos hablaban con quién no sabían que era su padre.

–¿Desde cuándo conoces a mi mami? –interrogó Esteban.

–La conocí hace algunos años.

–¿Cuántos? –quiso saber Federico.

–Como siete años –respondió y notó que los niños intercambiaban miradas entre ellos y Esteban asentía, entonces entrecerró los ojos y mirándolo le preguntó:

–¿Fuiste novio de mi mami?

–No, nunca hemos sido novios –contestó sinceramente y los vio desinflarse a los tres; para sus adentros sonrió porque entendió perfectamente lo que estaba ocurriendo en la cabeza de sus pequeños, sin embargo, decidió esperar para acordar con Holly cómo les darían la noticia de que él era su padre.

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