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CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 4

Holly y Hugo se instalaron en Barcelona-España, él había aplicado y obtuvo el ingreso en la Barcelona School of Tourism, Hospitality and Gastronomy, allí estaría cuatro años para obtener el Grado de Ciencias Culinarias y Gastronómicas. Desde que le planteó su deseo a su padre, este lo abrazó y le ofreció todo el apoyo necesario para que hiciera lo que realmente podría darle felicidad y satisfacción.

–No tengo ninguna oposición a tu deseo hijo, siempre y cuando sea algo que hagas con pasión y dedicación, puedes contar conmigo en todo momento.

–Gracias papá y de verdad, lamento no ser como esperabas, pero no puedo cambiarme.

–No quiero que lo hagas hijo mío, soy tu padre y tú eres parte de mí.

Desde el momento en que su hijo le dijo que se iría del país, el señor Anderson había sentido un inmenso vacío en su interior, por lo que decidió apoyar a Hugo en todo, esperando que la relación entre ellos volviera a ser como antes.


El lugar que Hugo escogió como vivienda tenía todo pensado para su futuro a mediano plazo, ya que era una construcción con dos apartamentos y al lado un gran local comercial donde estaba funcionando una pastelería con un piso superior que servía de pequeño almacén y oficinas.

Él inició sus clases y Holly le solicitó trabajo al dueño de la pastelería, así comenzó su nueva vida.

–Hugo, trabajaré con don Augusto, me dio trabajo en la pastelería y prometió enseñarme algunas recetas.

–Perfecto, pero no te esfuerces mucho, ¿le dijiste del embarazo?

–Si y dijo que en cuanto te viera te felicitaría.

–Ay, tan tierno e ingenuo, ¿así que piensa que yo soy el padre?

–Hugo…, pórtate bien.

–No haré nada extraordinario, solo me aseguraré de usar tacones y lentejuelas el día que me vaya a felicitar por haberte embarazado, su expresión será de foto.

–Eres imposible.

–Por cierto, en la escuela hay un caramelito tropical que provoca pasarle la lengua desde los pies hasta el cabello.

–Hugo, compórtate.

–Aquí la que está en abstinencia eres tú, pero apenas nazca ese bebé, nos vamos de marcha…, escúchame ya hablo como un español, jajaja.

–Por cierto, me da mucha pena, pero mañana es el día de la cita médica para mi control prenatal.

–Toma mi tarjeta, ¿cuál pena?, cubre todo lo que necesites con ella, consulta, medicinas, análisis, todo, no tengas reparo.

–Gracias Hugo, sin ti estuviera a la deriva, me ayudas demasiado.

–No es nada, mañana tengo un par de clases temprano, pero me avisas y si me da tiempo iré a acompañarte en la consulta, a lo mejor ese médico también piensa que soy el padre, jajaja.


Holly asistió a su primera consulta oficial, afortunadamente a Hugo le dio tiempo de llegar antes de que la llamaran, así que pudo acompañarla y, obviamente, el médico pensó que era el padre, pero el graciosamente le dijo:

–No doctor yo seré el tío consentidor o tía, según quiera llamarme.

–Oh, siento la confusión, bueno señora Holly, la enfermera le tomará peso y signos, luego le haré una ecografía, así sabré el tiempo de gestación y veremos cómo va ese crío.

Todo marchaba perfectamente tanto con el interrogatorio para elaborar la historia médica como con los signos, peso y medida de Holly, hasta que al momento de la ecografía el médico anunció:

–Es un embarazo múltiple.

–¿Qué dijo? –indagó Holly con un hilo de voz.

–Dije que aquí hay varios bebés, distingo muy bien tres embriones, dos en un saco y uno individual, enhorabuena.

–Amiga… ¡Qué polvazo! ¿Tres de una vez? –comentó Hugo asombrado.

–Estos chicuelos tienen unas catorce semanas.

–Sí, ese es el tiempo que ha transcurrido desde tu fiesta de graduación, yo llevo la cuenta –señaló Hugo.

Holly no decía nada, lloraba en silencio con una mezcla de sentimientos, alegría de saber que los bebés estaban bien, temor ante la gran responsabilidad que le venía y vergüenza por no saber qué decirles cuando nazcan sin ella saber quién es su padre.

Como si le leyera la mente, Hugo tomó su mano y besándole el dorso le dijo:

–No pienses de más, entre los dos los cuidaremos y haremos de esos niños unos chefs muy exitosos, serán como su tío-tía.

–Ay Hugo, ¿qué sería de mí si no te tuviera?

–Andarías por ahí vagando en este mundo cruel, sin risas ni felicidad.

Hugo se inclinó le dio un beso en la frente y se concentraron en escuchar los acelerados latidos de los corazones de los bebés.

El padre de Hugo se alegró como si de sus nietos se tratara, de hecho, así los nombró cuando supo la noticia.

–Cuida mucho a mis nietos y mantenme al tanto de todo –le pidió a su hijo.

Por su parte, Shauna saltaba de alegría ante la pantalla y se autonombró su tía-madrina favorita.


Llegado el día del parto, fue el día más estresante para Hugo, porque estuvo a punto de enloquecer tratando de complacer a su amiga, quien a última hora gritaba:

–Me están matando de hambre en esta clínica repleta de médicos y enfermeras inhumanos.

–Pero, ¿qué es lo que quieres comer? Don Augusto te ha traído todo lo que le has pedido y luego no te lo comes.

–Claro, ahora resulta que soy caprichosa. Nadie se compadece de mí, ni siquiera mis propios hijos que no quieren salir de ahí adentro.

–Pero aquí todos dicen que debes calmarte, para que el parto evolucione naturalmente, si te mantienes agitada, ellos también lo sienten y les da miedo salir.

–¿Me estás diciendo histérica? Así que es mi culpa que los niños no quieran nacer –señaló y comenzó a llorar, lo cual había hecho con mucha frecuencia los últimos dos días.

Shauna llegó en el momento preciso en que el médico trataba de explicarle a Holly las ventajas de relajarse.

–Es un momento mágico, ya pronto conocerá a sus pequeños, por favor Holly, respire profundo, el primer bebé está en posición, pero si tarda mucho tiempo más y no colabora tendré que hacerle cesárea.

–¿Por qué me amenaza? Yo sí quiero colaborar, pero tengo hambre.

–A ver, ¿qué quieres comer? –interrogó Shauna entrando a la habitación y sorprendiendo gratamente a su amiga.

–No sé, me provocan unas alitas picantes.

–Tu nunca has tolerado el picante.

–Otra más contra mí.

–Pues bien, te traeré las dichosas alitas picantes y si no te las comes pediré que te las inyecten en las venas.

Holly la escuchó y enseguida hizo un puchero, Shauna giró la vista hacia Hugo y este le dijo:

–¿Ya viste que no estaba exagerando cuando te conté?

–Ya veo.

–¿Qué pasa? ¿Estaban hablando de mí?

–Cielo mío, tengo casi dos días que no hablo de otra cosa sino de ti –admitió Hugo derrotado.

–Bien, ganaron todos, ¿qué es lo que tengo que hacer?

El médico llamó a una enfermera y esta comenzó a darle indicaciones a Holly, tanto de respiración, como de posición, también le daba pequeños cubos de hielo, en menos de una hora ya se encontraba en etapa de expulsión.

Holly tuvo dos niños y una niña, en un parto que había durado cuarenta horas. Tenía seleccionadas varias opciones entre listados de nombres de diferentes orígenes étnicos y a última hora les dio nombres españoles a medida que iban naciendo: Federico, Carlota y Esteban.

–Me gustan esos nombres –manifestó Hugo–, tienen carácter.

–A mí también me gustan, entonces mis sobrinos se llamarán Federico, Carlota y Esteban Dover.

–Debería cambiarles el apellido por García o González –alegó Holly, haciendo reír a sus amigos.

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