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¿Qué diablos he hecho?

̶ Mi osito de peluche, dice contra mi pecho.

Me separo de ella y la recuesto en el sofá. Tomo mi abrigo de la percha y la cubro con él. Ella se lo pone y trata de sonreír levemente. Sus ojos están cansados y su respiración sigue siendo débil. Sus dedos agarran con fuerza el inhalador por si lo nece...