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Capítulo 285

Me senté rígida en mi asiento, aferrando mi bolso tan fuerte que mis nudillos se habían vuelto blancos. El ramo de lirios y hortensias yacía abandonado en la silla vacía junto a mí, su dulce aroma ahora empalagoso y sofocante. Mi corazón martillaba contra mis costillas mientras los susurros continua...