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Quítate esa máscara.

Deslicé la bolsa por la mesa, rasgándola y sacando el paquete de galletas como si fuera una ofrenda. Ella no perdió un segundo, agarró una directamente de mi mano y le dio un mordisco, cerrando los ojos, un suave sonido escapando de sus labios. Cristo. Ese sonido fue directo a mi entrepierna, como u...