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Donde chocan los mundos.

La celda apestaba a sudor y orina, el miedo tan espeso que se aferraba a las paredes. Ariana abrió la puerta con un movimiento casual de su muñeca, como si estuviera abriendo su propia despensa, y yo entré a su lado. El hombre se acurrucaba en la esquina, ojos abiertos de par en par, el tipo de mira...