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Querer ser querido.

La madrugada aún se aferraba al cielo cuando entré en la entrada, los faros iluminando la ruina de la casa que no nos habíamos molestado en arreglar. Mis nudillos dolían con cada latido, la piel partida, los moretones profundos, pero daba la bienvenida al dolor. Prueba de una buena noche de trabajo....