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¡Haz que pare!

Lilly

Nos dirigimos de regreso al elegante coche negro de Luciano, el suave ronroneo del motor ya resonaba como si estuviera vivo. Él se adelantó y abrió la puerta para mí con una gracia tan natural que parecía más memoria muscular que cortesía.

—Eh... Luciano, no puedo entrar a tu coche con to...