




CAPITULO 3
—¿Estás segura de que puedes con esto? —preguntó Emma, mi mejor amiga, mientras se
acomodaba en el sofá de mi apartamento.
—No tengo opción —le respondí, sin dejar de mirar los planos del nuevo proyecto—. Mi
padre me lo impuso, y si quiero su aprobación, tengo que hacerlo mejor que bien.
Emma suspiró. La conocía desde la universidad, una mezcla entre sarcasmo, lealtad y
audacia. Siempre decía lo que pensaba, incluso cuando nadie se lo pedía.
—Entonces, ¿vas a trabajar con Liam Carter todos los días? ¿Ese Liam? ¿El que te robaba
los lápices y te metía ranas en la mochila?
—Ese mismo. —Me reí con ironía—. Y ahora es socio de mi padre. Magnífico, ¿no?
—Es guapísimo ahora, tengo que admitirlo —dijo Emma con una sonrisa pícara—. Aunque
sigue teniendo cara de ser una pesadilla.
—Lo es. Y no quiero que me distraiga. —Cerré la carpeta con fuerza—. Además, tenemos
una cena de gala con posibles inversionistas. Mi padre quiere que parezcamos un equipo
sólido.
—¿Y qué vas a ponerte? —preguntó, divertida—. ¿Un vestido o una armadura?
La gala se realizó en un salón de techos altos, lámparas de cristal y paredes decoradas con
arte moderno. Estaba repleto de empresarios, banqueros, figuras políticas y periodistas.
Liam apareció puntual, con un traje negro perfectamente entallado, y esa mirada calculadora
que parecía leer la habitación en segundos. Cuando me vio, su expresión se suavizó un
instante.
—Te ves... bien —dijo, como si el elogio le pesara en la boca.
—Gracias —respondí, tensando la espalda—. Tú también luces menos insufrible que de
costumbre.
Me ofreció su brazo. Dudé un segundo, pero lo tomé. Las cámaras ya estaban apuntándonos.
En la cena, justo cuando empezaba a sentirme más cómoda, apareció Él: Alejandro Duarte,
el hijo de una de las familias más ricas del país. Alto, elegante, con una sonrisa encantadora
y esos ojos oscuros que siempre me transmitieron calma.
—Amara —me dijo, tomándome la mano con ternura—. Me alegra verte. Estás radiante.
—Alejandro —sonreí—. ¡Qué sorpresa!
Liam se puso rígido a mi lado.
—¿Qué tal, Liam? —saludó Alejandro con frialdad, sin ofrecerle la mano.
—Todo bien —respondió él, apenas girando la cabeza.
—¿Recuerdas cuando tú, Liam y yo solíamos competir por quién escalaba más rápido el
viejo roble? —comentó Alejandro, ignorando la tensión.
—Claro que sí —le respondí con una risa suave.
Liam no dijo nada. Solo observó.
—Amara, ¿te puedo robar un momento para hablar? —me preguntó Alejandro.
Liam intervino antes de que pudiera contestar.
—Lo siento, pero estamos presentando el proyecto. No podemos ausentarnos mucho.
Después podrás hablar con ella.
Alejandro frunció el ceño, pero se marchó, con una sonrisa falsa.
—¿Qué fue eso? —le pregunté a Liam en voz baja.
—Solo hago mi trabajo —murmuró él, sin mirarme—. Proteger el proyecto. Y a ti, por
extensión.
Pero algo en su voz parecía más personal.
Esa noche Liam y yo actuamos como dos mejores amigos, reímos, conversamos con varios
inversionistas y juntos cerramos importantes negocios que nos ayudarían en este nuevo
proyecto, siempre que nos mirábamos ambos sabíamos que la tensión y la discordia estaba
ahí, pero lo disfrazábamos con nuestra excelente actuación.
Esa noche, en la soledad de su apartamento, Liam se quitó el saco y la corbata como si le
quemaran la piel. Se sirvió un whisky y se sentó frente al ventanal que daba a la ciudad.
La culpa era un animal que se arrastraba en su pecho desde hacía años.
Cerró los ojos, y como cada noche, el recuerdo volvió:
La lluvia golpeando el parabrisas.
La risa de su amigo Julián —el hermano menor de Amara— retumbando en el asiento del
copiloto.
El auto derrapando.
El golpe seco contra el árbol.
El silencio.
Su respiración entrecortada.
La sangre.
Y su decisión cobarde: abrir la puerta, salir corriendo. Dejar a Julián allí, sin mirar atrás.
Su padre intentó taparlo todo. El silencio, compró lealtades. Pero el padre de Amara, sin
saber que él estaba al volante, encontró una grabación de una cámara cercana, donde se
veía su silueta huyendo.
Lo usó para chantajearlo, exigiendo su lealtad a cambio de no destruirlo.
—Un movimiento en falso y lo perderás todo.
Liam bebió el trago de un sorbo, volviendo al presente.
—Lo merezco —susurró, mirando su reflejo en el cristal—. Cada maldita noche de
insomnio.
AL DIA SIGUIENTE.
—¿Qué pasa contigo y Alejandro? —preguntó Emma, mientras tomábamos café.
—Nada —dije—. Fuimos amigos. Él siempre fue dulce conmigo.
—Y tú con él. ¿Alguna vez te gustó?
—No lo sé —dije, bajando la mirada—. Quizá. Pero papá nunca lo quiso cerca.
Emma frunció el ceño.
—Eso me suena raro.
—Mi padre es raro. Todo en mi familia lo es. —Suspiré—. A veces siento que hay algo que
no me están diciendo.
—Probablemente tengas razón —dijo Emma con tono oscuro—. Pero mientras lo descubres,
deberías tener cuidado con Liam.
—No necesito que me protejan —protesté.
—No es protección. Es sentido común. Ese tipo tiene demasiadas sombras, lo siento en su
mirada y en su forma calculadora. Me he dado cuenta que es muy observador.
—Gracias, lo tendré en cuenta — le respondí apretando su mano
—Aunque esta guapo, igual que Alejandro. Mira las fotos — colocó su móvil en mi cara y
fue pasando las imágenes de la noche anterior
Me di cuenta de que Liam y yo parecíamos cómplices y buenos amigos, no dos personas a
punto de asesinarse. Por otro lado, Alejandro en algunas fotos me miraba a la distancia. MI
celular sonó, y respondí, era mi padre
—Hola papá —
—Excelente trabajo Amara, las fotos están geniales y ya cerré varios negocios con amigos
que estuvieron anoche en la gala. Liam logra que hagas mejor tu trabajo — y colgó
Ni hola, ni despedida, así era papá. A él solo le importaba el trabajo.
Los días siguientes estuvieron llenos de trabajo, discusiones y miradas que decían más que
las palabras. Liam y yo no nos llevábamos bien... pero tampoco podíamos ignorarnos.
Una tarde, trabajando hasta tarde en su oficina, lo observé en silencio. Había algo roto en su
mirada cuando pensaba que no lo veía. Algo que no cuadraba con su fachada arrogante.
—¿Por qué aceptaste este trabajo con mi padre? —le pregunté de pronto, necesitaba
averiguarlo
Él levantó la vista, sorprendido.
—Porque era una buena oportunidad.
—Mentira. Tú no haces nada sin un motivo más profundo.
Me sostuvo la mirada durante unos segundos. Su mandíbula se tensó.
—Esa es la respuesta Amara, déjalo así —
Me quedé callada, pero descubriría la razón de su llegada de nuevo a mi vida.
Hola
Gracias por leer este capitulo.
No olviden que estoy en redes sociales como Genemua.Libros y en mis historias destacadas encontrarán a los personajes como yo me los imagino.
Espero se puedan pasar por ellas y disfrutar de estos personajes.
Nos leemos despues.