




CAPITULO 2
El eco de los tacones de Amara resonaba en el pasillo de la empresa. Sujetaba con fuerza la
carpeta de documentos bajo el brazo, como si ese simple gesto pudiera calmar el torbellino
que giraba en su cabeza. La reunión había sido un desastre emocional. No porque no
estuviera preparada, sino porque no estaba preparada para él.
Liam.
El nombre le provocaba una mezcla incómoda de rabia y... algo más. Algo que se negaba a
analizar. Durante toda la reunión había mantenido una postura fría, casi despectiva. No
importaba que ahora fuera un hombre de traje impecable, con un aire de seguridad que
parecía poder derribar paredes. Para ella seguía siendo el chico arrogante que había
convertido su adolescencia en un infierno.
Entró en su oficina y dejó la carpeta sobre el escritorio con más fuerza de la necesaria. La
imagen de Liam sonriendo ligeramente mientras su padre les asignaba el proyecto seguía
grabada en su mente.
—¿Ya estás lista para nuestra primera discusión profesional? —La voz de Liam rompió el
silencio, haciendo que se girara bruscamente.
—¿Qué haces aquí? —espetó Amara, ajustándose la chaqueta como si eso pudiera darle más
autoridad.
Liam estaba recargado en el marco de la puerta, con una expresión despreocupada y las
manos en los bolsillos.
—Supuse que preferirías hablar en un espacio neutral. Y por neutral, me refiero a tu oficina.
—Neutral sería en la sala de reuniones, no aquí. —Amara cruzó los brazos, decidida a no
ceder ni un centímetro.
Liam sonrió, un gesto que tenía más de burla que de simpatía. Entró sin esperar invitación y
se sentó en la silla frente a su escritorio.
—Tenemos que empezar a trabajar en el proyecto. ¿O prefieres que le diga a tu padre que
necesitas más tiempo para adaptarte?
Amara lo insultó en la mente.
—No necesito más tiempo. ¿Qué quieres discutir?
Liam se inclinó hacia adelante, sacando un documento de su maletín.
—El plan inicial. Creo que es mejor enfocarnos en la expansión de las oficinas
internacionales antes de pensar en diversificar productos.
Ella tomó el documento y lo revisó con rapidez.
—¿Eso crees? Pues yo opino que deberíamos analizar primero la rentabilidad de las
sucursales actuales antes de expandirnos.
—Por supuesto que lo opinas —respondió Liam con un tono que rayaba en la
condescendencia.
Amara apretó los dientes.
—¿Y eso qué significa?
—Significa que siempre has sido impulsiva. Pero está bien, puedo manejarlo.
—No necesito que me manejes, Liam. Necesito que trabajes conmigo, si es que puedes
hacerlo sin creerte el dueño del mundo.
La tensión en el aire era casi palpable. Liam la miró fijamente por un momento antes de
sonreír.
—Esto va a ser interesante.
Amara no respondió. Se limitó a tomar asiento y abrir su portátil, dispuesta a discutir cada
punto del plan, aunque eso significara pasar horas soportandolo.
Más tarde ese mismo día, Liam estaba de pie junto a la ventana de su oficina, mirando la
ciudad. Desde ahí, todo parecía perfecto. Ordenado. Bajo control.
—¿Qué tal tu primer día como compañero de Amara? —preguntó Finn, su asistente,
mientras entraba con una taza de café.
Liam soltó un suspiro.
—Intenso.
Finn dejó la taza sobre el escritorio y se sentó en el borde.
—¿Eso significa que ya hubo drama?
Liam se giró para mirarlo.
—Es más profesional de lo que esperaba, pero sigue teniendo esa habilidad única para
sacarme de mis casillas.
—¿Y tú para sacarla de las suyas? —Finn sonrió, divertido. —Vamos, admítelo. Hay algo
entre ustedes.
Liam negó con la cabeza, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
—No hay nada. Solo historia.
Finn alzó las manos en un gesto de rendición.
—Como digas, jefe. Pero si necesitas a alguien para mediar entre ustedes, estoy disponible.
Por un precio justo, claro.
Liam no respondió, pero agradeció el comentario humorístico de Finn. Lo necesitaba, porque
detrás de su fachada segura, su mente no dejaba de repetir una y otra vez la misma escena: el
accidente, la sangre, y él huyendo.
Esa noche, Amara estaba sentada en el sofá de su apartamento, rodeada de papeles. Intentaba
concentrarse en el proyecto, pero su mente seguía volviendo al mismo punto: Liam.
Su mejor amiga, Emma, entró con una bolsa de comida para llevar.
—¿Otra noche de trabajo intenso?
—Algo así —respondió Amara, dejándole espacio en el sofá.
Emma se sentó y la miró fijamente.
—¿Esto tiene que ver con el proyecto o con cierto hombre que reapareció en tu vida?
Amara suspiró.
—¿Por qué todos asumen que esto tiene algo que ver con él?
—Porque te conozco. Y porque cada vez que mencionas su nombre, tu voz suena un poco
más... no sé, furiosa.
Amara lanzó un cojín en su dirección, riendo.
—Deberías ser comediante.
—Lo digo en serio. ¿Qué vas a hacer con Liam?
Amara se quedó en silencio por un momento.
—Voy a trabajar con él, demostrar que puedo con este proyecto y conseguir lo que me
propongo. No hay más.
Emma sonrió.
—Eso me gusta. Pero si necesitas desahogarte, ya sabes dónde encontrarme.
Al día siguiente, Amara llegó temprano a la oficina, esperando tener un momento de
tranquilidad antes de que Liam apareciera. Sin embargo, cuando entró en la sala de
reuniones, lo encontró ya ahí, revisando algunos documentos.
—Puntualidad. Un punto a tu favor —comentó él sin levantar la vista.
—No sabía que competíamos.
Liam sonrió y la miró por encima de los papeles.
—Siempre competimos, ¿no?
Amara tomó asiento al otro lado de la mesa, manteniendo su expresión neutral.
—Solo cuando hay algo que valga la pena ganar.
Él dejó los documentos a un lado y la miró fijamente.
—¿Y esto no lo es?
La pregunta la tomó por sorpresa. Durante un segundo, sus ojos se encontraron, y el aire
pareció cargarse de algo que ninguno de los dos quería admitir. Finalmente, Amara rompió el
contacto visual y se concentró en abrir su portátil.
—Vamos a trabajar.
Liam sonrió para sí mismo. Sí, esto iba a ser interesante.
Esa noche, Liam estaba en su departamento, bebiendo un vaso de whisky mientras miraba la
ciudad. Sus pensamientos lo traicionaban, llevándolo de vuelta al pasado. La culpa seguía
siendo un peso constante, una sombra que lo perseguía sin descanso.
Y ahora estaba Amara. Tan diferente, tan... fuerte.
Pero también estaba el padre de Amara y su amenaza constante.
Liam apretó la mandíbula. Tenía que mantener el control. No podía permitirse errores.
Por otro lado, Amara, en su cama, miraba el techo. Su mente intentaba descifrar por qué
Liam tenía ese efecto en ella. No quería que la desconcentrara, pero algo en él le decía que
había mucho más de lo que aparentaba.
Ambos estaban atrapados en una red de secretos y emociones que apenas comenzaban a
desentrañarse.
Hola
Gracias por leer este capitulo.
No olviden que estoy en redes sociales como Genemua.Libros y en mis historias destacadas encontrarán a los personajes como yo me los imagino.
Espero se puedan pasar por ellas y disfrutar de estos personajes.
Nos leemos despues.