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CAPITULO 10

La mañana siguiente al beso fue una tortura envuelta en seda.

En la gran mesa de proyectos, Amara y Liam compartían planos, cifras y presentaciones; los dos fingían profesionalidad, pero cada vez que sus manos se rozaban—al pasar un bolígrafo o al deslizar la tableta—una corriente eléctrica les reco...