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Arrogante

Thiago frenó con fuerza, su hija había derramado toda la bebida y gracias a eso había perdido la visibilidad en el camino.

Él le dio una mirada cargada de advertencia a su hija y luego bajó, observó a la mujer que estaba en el suelo y se acercó un poco para ver si estaba viva.

—¿Estás bien? —él cuestionó tomándole el pulso.

Elena continuaba inconsciente. Él miró a su alrededor, tomó su teléfono y llamó al médico de la familia. La levantó en sus brazos para colocarla en el carro.

Evidentemente faltando unos días antes para la entrega de los premios no era muy conveniente que se hiciera un escándalo.

—Papá ¿Quién es ella? —la pequeña inquirió mientras la observaba con gran curiosidad.

—No lo sé, Ava te he dicho muchas veces que no se juega de esa manera en el carro. Me acabo de ganar un problema muy grande por eso… solo espero que esta mujer despierte.

No tardaron en llegar a la casa, los empleados de Thiago bajaron su cabeza cuando lo vieron, en señal de respeto.

Él la ubicó en una de las habitaciones de huéspedes, el médico estaba allí esperando.

Le pidió a una de los empleados que se encargará de su hija. Se cruzó de brazos observándola.

—¿Se encuentra bien? Honestamente tengo mucho por hacer, estoy aquí únicamente verificando que esté bien.

—Sigue inconsciente debido al impacto, a rasgos generales no parece que tenga ningún trauma. Igualmente le recomiendo que ella se haga algunos exámenes para descartar cualquier cosa.

—Está bien, le diré eso cuando despierte. Pero ¿Tardará mucho en hacerlo? Tengo una cena con mi padre se verá bastante raro tener una mujer herida en una de las habitaciones.

—Seguramente en unas cuantas horas. Señor Johnson, debo irme quedaré atento a cualquier cosa que necesite de la señorita.

Thiago agradeció y luego de que el médico saliera se agachó y la observó de cerca, era una mujer hermosa, pero no tenía nada especial.

Él miró su teléfono, la dejó allí durmiendo mientras que salía a responder y arreglaba todo para la reunión.

Elena fue abriendo lentamente sus ojos, no reconocía el lugar en donde estaba. Se levantó y llevó las manos a su cabeza que dolía.

Se puso de pie, a su alrededor notaba que el lugar era bastante lujoso.

La puerta se abrió, ella dio unos cuantos pasos hacia atrás, sin saber lo que le esperaba. Sin embargo, una niña entró con los ojos completamente llorosos.

Elena se agachó a su altura y la tomó en sus brazos.

—¿Estás bien chiquita?

—Quiero a mi mamá —dijo entre sollozos.

Elena la abrazó instintivamente, cuando el recuerdo de su madre llegó a su memoria.

—Dime en donde está, yo te llevo.

—Ella no está… Me quedé dormida y tuve una pesadilla. ¿Puedes acompañarme hasta que me quede dormida de nuevo? —Elena movió su cabeza afirmando.

La niña la tomó de la mano y la llevó hasta su habitación, Elena miró todo perfectamente decorado para aquella pequeña. La acompañó hasta la cama.

Cuando vio que la niña se quedó tranquila, se levantó para salir de allí.

Abrió la puerta y chocó de frente contra el cuerpo de un hombre. Al subir la mirada, observó el pecho desnudo de Thiago quien acababa de salir de la ducha.

Ella retrocedió unos cuántos pasos estrellando su cuerpo con la puerta.

—Veo que ya estás bien —él dijo con frialdad—. Pero no debiste salir de la habitación en la que te deje, mucho menos pasear por mi casa.

Elena intentó hablar, pero él dio media vuelta para caminar de nuevo hasta una de las habitaciones mientras le pedía que lo siguiera.

Ella se cruzó de brazos frente a él. Thiago sacó un cheque y se lo extendió.

—Esto puede compensar lo del accidente. También cubrirá gastos médicos o medicamentos.

Ella miró el cheque, era bastante dinero… lo suficiente como para volver.

—Bueno, le agradezco que al menos no me dejó tirada en el camino —habló ella con ironía.

Thiago rodó sus ojos y sacó otro cheque y se lo entregó.

—Y espero que con esto compre tu silencio y desaparezcas. No me conviene que me involucren con nada de esto.

—¿Mi silencio?

—Sí. Como bien dijiste te pude haber dejado tirada, pero no lo hice. Ahora quiero que te vayas, no puedo tener invitados.

Ambos se giraron cuando de nuevo la pequeña entró. Tomó de la mano a Elena.

—¿Qué haces princesa? —Thiago preguntó con dulzura.

—Quiero que ella se quedé conmigo.

—No puedes pedir eso. Esta mujer es una extraña y ya debe irse a su casa.

Elena vio a la niña, y en ella encontró una solución al menos para no pasar la noche en la calle.

Hizo un quejido de dolor, agarrando su abdomen.

—Pero hoy no me siento muy bien… ya que el responsable de que yo esté aquí es usted debería dejar que me quede esta noche.

—Le estoy dando dinero para que se vaya.

—Deja que se quede papá… sí mamá no está, al menos deja que ella esté. —Thiago tensó su cuerpo al escuchar a su hija—. Por favor.

—No tengo tiempo para esto… te quedarás esta noche. Pero no puedes estar en ningún otro lugar que no sea la habitación. ¿Te queda claro?

—Por supuesto.

Thiago se acercó a ella, lo suficiente como para que su hija no escuchara nada. Su aliento cálido chocó en la mejilla de ella.

—Más te vale que no seas una delincuente, te tendré vigilada.

Ella giró su rostro, sus bocas quedaron a pocos milímetros la una de la otra.

—No soy una delincuente, aquí el único que cometió un delito fue usted. Adicional la niña es la que quiere tenerme aquí.

—Lo hago únicamente por ella… una mujer como tú, no tiene tanta suerte. —Él se agachó y le dio un beso a la niña, para luego salir de allí.

Elena tragó saliva con fuerza, tomó a la niña de la mano para llevarla a la habitación. Al menos esta noche tendría donde dormir, después pensaría que iba a hacer.

El ruido en la planta baja de la casa hizo que Elena despertara, la niña seguía durmiendo en sus brazos se soltó de ella con cuidado y se levantó.

Se escuchaban algunas risas y voces. Sin embargo, hubo algo que llamó más su atención. Una voz que conocía a la perfección.

Ella bajó unos cuantos escalones sin que alguien pudiera darse cuenta, hasta que lo vio el hombre que consideraba el amor de su vida, parado junto a una mujer mientras le pedía que se casaran.

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