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No sé qué hora era cuando comenzó la pesadilla, pero se sentía real—demasiado real. Estaba de pie al borde de un acantilado, el viento azotándome, dificultando mantenerme en pie. Había alguien detrás de mí, una mujer. No podía ver su rostro, pero conocía su voz. Era gruesa, llena de ira, y seguía gr...